Artículo publicado por Elena G. Sevillano en EL PAIS, 18 de febrero de 2012
El monumento que Santiago Calatrava diseñó para la ciudad de Madrid no es esa columna dorada inmóvil que entretiene la vista durante los atascos en plaza de Castilla. Lo que los madrileños han dado en llamar obelisco era una obra a caballo entre la escultura y la ingeniería que cobraba sentido cuando se ponía en funcionamiento y las casi 500 lamas de bronce que recubren su fuste empezaban a moverse empujadas por motores hidráulicos.
El monumento que Santiago Calatrava diseñó para la ciudad de Madrid no es esa columna dorada inmóvil que entretiene la vista durante los atascos en plaza de Castilla. Lo que los madrileños han dado en llamar obelisco era una obra a caballo entre la escultura y la ingeniería que cobraba sentido cuando se ponía en funcionamiento y las casi 500 lamas de bronce que recubren su fuste empezaban a moverse empujadas por motores hidráulicos.
Cuando eso sucedía, el monumento parecía girar sobre sí mismo y cimbrear a la luz de unos potentes focos que lo iluminaban desde abajo. Pero eso ya no sucede. La primera obra de Calatrava en la capital, un regalo de Caja Madrid con ocasión del tercer centenario de la entidad, ya nunca se pone en marcha. Es demasiado caro. Un jarrón chino que ha pasado de lucir a estorbar.
Mantener la columna y tenerla en funcionamiento varios días a la semana cuesta más de 150.000 euros al año, según el concurso público que sacó el Ayuntamiento de Madrid en diciembre pasado y de cuya tramitación informa ahora la página web municipal con un lacónico “en evaluación”.
En realidad el proceso está parado. "Es más caro de lo pensado", ha admitido el concejal de Cultura, Fernando Villalonga, que anunció su intención de “revisar el proyecto” con Caja Madrid, ahora Bankia. Lo que el Ayuntamiento va a pedir a la entidad es que se haga cargo de los gastos o, al menos, que los comparta. El trato original consistía en que la entidad financiera pagaba el diseño y la construcción de la obra y, una vez inaugurada, a finales de 2009, se la entregaba a la ciudad. Con el tiempo se ha visto lo envenenado de aquel carísimo regalo.
Las arcas públicas llevan pagados unos 40.000 euros en mantenimiento de la columna, según fuentes municipales. Y eso gracias a no haberla puesto apenas en marcha (82 días en 2010 y 45 en 2011). El monumento está inerte desde abril del año pasado, con la excepción de Nochevieja y Año Nuevo. La empresa que se ocupaba de la columna se cansó por los problemas del Consistorio madrileño para pagar con puntualidad y se negaba a encenderlo, pero en Navidad el Ayuntamiento le "exigió" al menos esos dos días, explican estas fuentes.
Ahora es la empresa que conserva el resto de monumentos de la capital la encargada de incluir la obra de Calatrava en las rutas de vigilancia y echarle un vistazo al interior de vez en cuando. El Ayuntamiento ha llegado a consultar a los ingenieros si se podría incluso inmovilizarla del todo.
“Un regalo simbólico que deja constancia del agradecimiento y cariño a la ciudad”, aseguró el expresidente de Caja Madrid Miguel Blesa durante la inauguración del monumento, a la que acudieron el entonces alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, y el Rey, pero no el arquitecto, que se excusó al estar en América.
Sin embargo, fue un regalo a medias. No se sabe con exactitud cuánto costó levantar la columna de 93 metros de altura y 230 toneladas. Caja Madrid se niega, aún hoy, a revelar el dato. Al principio se habló de un presupuesto de seis millones de euros, pero acabó doblándose, según fuentes conocedoras del proyecto. A medida que avanzaba la construcción, y a la vista de cómo se iba encareciendo, la entidad pidió al Ayuntamiento que lo “cofinanciaran”.
El acuerdo no consistía en que Madrid pusiera dinero. Lo que hizo la caja fue rebajar la inyección económica que su fundación destinaba a planes culturales y de protección del patrimonio de la capital mediante diferentes convenios. En lugar de eso, destinó esas cantidades a la columna. Las fuentes consultadas hablan de entre tres y seis millones de euros que dejaron de financiar proyectos culturales y de restauración de monumentos y se emplearon en levantar la obra de Calatrava.
Una columna que debía haber sido algo más alta, 120 metros, pero que se tuvo que rediseñar a causa de la dificultad del subsuelo, con túneles de metro y galerías de servicio. Finalmente se construyó sobre tres patas de acero que quedan escondidas bajo una estructura metálica y una losa de hormigón.
Habrá que acostumbrarse a ver el obelisco estático, como mucho brillando cuando el sol se refleja en sus láminas de bronce cubiertas de pan de oro. Las conversaciones con Caja Madrid pueden ir para largo y la economía de la ciudad no está para contoneos artísticos. “Es un lujo que la sociedad no puede entender”, asegura la directora general de Patrimonio Cultural de la capital, Carmen Rojas, encargada de mantener el monumento hasta que se resuelva qué hacer con él y, sobre todo, quién lo paga.
Publicado por Elena G. Sevillano en EL PAIS, 18 de Febrero de 2012
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