martes, 7 de febrero de 2012

EDIFICIOS DE LA DEMOCRACIA

Artículo publicado en EL PAIS por Mª José Diaz de Tuesta el 2 de febrero de 2012 


El germen de la exposición Arquitectura española (1975-2010) + 35 años construyendo en democracia, una ocasión impagable para que el gran público se aproxime a esta disciplina cada vez menos endogámica (Arquerías de Nuevos Ministerios hasta el 8 de abril) fueron dos tomos de la revista El Croquis sobre la arquitectura desde la muerte de Franco hasta los noventa que publicaron los que ahora comisaran la muestra, el profesor Antonio Ruiz Barbarin y Héctor Barrio. De ahí salieron 35 edificios. Cuando España dejó de presidir la UE en 2010 se utilizaron para una muestra en Atenas como gesto de despedida. Su éxito motivó esta nueva exposición ampliada: un fiel recorrido por el paisaje urbano de la democracia a través de 230 edificios firmados por 130 estudios.
La obra debutante es Bankunión (1975), en Madrid, de Corrales y Molezún. En plena crisis del petróleo no impedía que la arquitectura abandonara la zona gris. Aparecen “los francotiradores”, define Ruiz Barbarin, “personalidades fantásticas como Corrales y Molezún, Sáenz de Oiza o el primer Moneo”.
La década de los ochenta origina “la movida nacional”. Con una mejor coyuntura económica y más despejado el terreno político son los años del destape arquitectónico. Aparecen propuestas nunca vistas, ciertos regionalismos (como el vasco, mediterráneo y gallego) y la arquitectura comienza a debatirse en la universidad. Obras y nombres como Miralles con su Escuela de Morella, en Castellón; la Escuela de San Fermín, de Campo Baeza; el BBVA o las viviendas sociales de la M-30, ambos en Madrid, de Sáenz de Oiza; Moneo con el Ayuntamiento de Logroño y el Teatro Romano de Mérida; Cruz y Ortiz (urbanización en Sancti Petri, Cádiz), Carvajal, Correa y Milá, Coderch o Navarro Baldeweg.
Paralelamente, la concepción de viviendas sociales salta por los aires. Surgen otras más radicales y con más calidad, nada que ver con las casas baratas que se repartían por la geografía nacional. El barrio obrero de Palomeras de Madrid, que sirvió de experimento, está presente con tres edificios.
La Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona fueron el motor de la siguiente década de los noventa marcada por una arquitectura más madura y comprometida. La estación de Santa Justa (Cruz y Ortiz), el pabellón de la Navegación (Vázquez Consuegra) o el cementerio de Igualada (Miralles y Pinós) y nombres como Ferrater, Mangado o Bayón, son ejemplos de una arquitectura más reposada.
2000. Nuevo siglo y exuberancia económica. “Revienta una nueva generación de arquitectos y otros, que no son tan jóvenes, explosiona”. Ruiz Barbarín engloba, en primer lugar, al grupo de arquitectos que acaban en los ochenta y, más en concreto, al grupo que coincide en la Politécnica de Madrid a mitad de década. Antes ya se había estrenado, “pero construyen de verdad en el 2000”. Algunos como Tuñón y Mansilla, Aranguren y Gallegos, Cano Laso hijos, García de Paredes y Pedrosa, Nieto y Sobejano, Ábalos y Herreros... protagonizan una época bipolar en la que coincide lo peor y lo mejor de la arquitectura. Entre lo primero, cada político quiere importar el Guggenheim a su pueblo. Pero, a la vez estalla una efervescencia constructiva como nunca sin ataduras formales ni técnicas, no hay nada que no se pueda hacer.
Con la resaca (ahora) y una brutal crisis económica toca contención “y cuando el medio ambiente tiene la última palabra”. Entre los que “explosionan” están Zaera, Arroyo, Ecosistema Urbano, Entresitio o López y Rivera.
El criterio para decidir quienes eran los elegidos para esta gran muestra ha sido “el nuestro como comisarios”, dice Barbarin, “y el paso del tiempo, que unas veces machaca obras y otras las engrandece y éstas son las que salen”. Dos detalles en los que conviene fijarse (y una curiosidad): se exponen 65 maquetas originales, entre las que sobresale, la del BBVA de Sáenz de Oiza, prestada por sus hijos, imponente como la obra, y atención a los paneles, armarios con ruedas, porque la vocación de esta magnífica arquitectura española siga viajando por el mundo. La curiosidad: el catálogo tiene las medidas exactas del ladrillo cuya crisis no supone ni la de la arquitectura ni la de las ideas.


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